“Más allá de lo que llaman Mégaron hay un bosque consagrado a Déspina.” (Pausanias. Descripción de Grecia. Libro VIII, 37, 10.)
Desde la autopista Corinto – Trípoli – Kalamata se toma la salida de la autopista siguiente al enlace de dicha autopista con la futura autopista que llevará a Esparta. Esa salida se constituye en una vía de servicio paralela a la autopista que seguimos en dirección sur en dirección a Choremis y Apiditsa, bordeando las minas de Lignito. Pasando este último pueblo seguimos en dirección Licosura. Antes de llegar al pueblo, un desvío a la izquierda nos lleva a la Antigua Licosura.
Los arcadios, que vivían dispersos en pequeños asentamientos en las montañas del Peloponeso central, estaban orgullosos de ser autóctonos y más antiguos que la Luna. Hoy sabemos que era una raza griega que bajó del norte alrededor del 2000 a.C. y que se unió con los Pelasgos que se habían instalado tres siglos antes en estos lugares. La ocupación del Peloponeso por los dorios no tuvo sobre ellos gran influencia puesto que se retiraron a sus asentamientos montañosos donde continuaron viviendo con sus ancestrales costumbres y cultos. Uno de los más importantes santuarios de la Arcadia fue el de Déspina en la ciudad de Licosura. El templo era tan respetado que nadie se atrevió a molestar a los licosuros en 368 a.C. cuando se encerraron en él negándose a abandonar su ciudad no queriendo trasladarse a Megalópolis. De la diosa Déspina no existe referencia alguna en ningún lugar de Grecia fuera de las fronteras de Arcadia. Parece que designa a una divinidad arcadia ctónica que más tarde fue identificada con Kore. De la ciudad de Licosura decía Pausanias que de todas las ciudades que la tierra ha mostrado en el continente y en las islas, Licosura era la más antigua y a la que primero contempló el sol. Fue fundada por Licaón, el hijo de Pelasgo, príncipe mítico de la Arcadia. De ella aprendieron a hacer ciudades los restantes hombres.
Déspina era una diosa que, en un principio, tuvo forma de caballo (yegua), al igual que sus progenitores, Deméter y Posidón, y al igual que su hermano Αrión. Era, junto con estos, una divinidad del mundo subterráneo. El porqué de las formas equinas tanto de ella como de sus progenitores nos lo explica el mito: Cuando una vez Deméter pasó por Arcadia buscando a su perdida hija Perséfone la vio Poseidón y se enamoró de ella. Para huir de Poseidón la diosa se transformó en yegua y se escondió entre el ganado de un tal Onco, un hijo de Apolo que reinaba en Onceo, Arcadia. Pero Poseidón se transformó en caballo y entrando en el establo se unió con ella. De esta unión nació una hija cuyo nombre no nos ha sido transmitido por ninguna fuente porque era secreto, pero a la que los arcadios llamaban con el sobrenombre de Déspina. Según Graves, el mito de Deméter y Poseidón constata una invasión helena de Arcadia. Deméter era representada en Figalia como la diosa con cabeza de yegua del culto del caballo pre-heleno. Los caballos eran consagrados a la luna, porque sus cascos hacen una marca en forma de luna y a la luna se la consideraba como fuente de toda agua (de aquí la asociación de Pegaso con los manantiales de agua). Los helenos primitivos introdujeron en Grecia desde la Transcaspiana una nueva raza caballar, pues la variedad nativa era muy pequeña y no servía para el tiro. Parecen haberse apoderado de los centros de culto donde sus reyes se casaron por la fuerza con las sacerdotisas locales y conquistaron así el derecho al país, suprimiendo incidentalmente las orgías de las yeguas salvajes, orgías en las que las sacerdotisas de la luna se disfrazaban de yeguas para descuartizar al rey sagrado al final de su reinado. Las estatuas de mármol que se han conservado de Déspina en su santuario la representan con forma totalmente humana pero las figuras que adornaban su peplo la representan con la característica figura de animal de las divinidades arcadias. En Licósura tuvo también Pan su propio santuario como dios oracular. En él ardía un fuego que nunca se apagaba y sus oráculos comenzaron a ser interpretados por la ninfa Érato, a quien después tomó por esposa Arcade, el hijo de Calisto. Varios dioses y diosas poderosos en Grecia nunca han sido incluidos entre los doce olímpicos. Pan, por ejemplo, el dios con cuernos, barba, cuerpo y cola de cabra, un tipo humilde, ahora muerto, se contentó con vivir en la tierra, en la Arcadia rural. Parece ser que fue engendrado por Zeus en Hibris. Vivía en Arcadia donde guardaba manadas, rebaños y colmenas, tomaba parte en las orgías de las ninfas montañesas y ayudaba a los cazadores a encontrar la presa. Era, en general, tranquilo y perezoso, nada le agradaba más que la siesta y se vengaba de quienes le perturbaban lanzando un fuerte y súbito grito desde un bosque o una gruta, que les erizaba el cabello. Pan sedujo a varias ninfas, pero su mayor triunfo en el amor fue la seducción de Selene que realizó disfrazando su piel cabruna velluda y negra con vellones blancos bien lavados. Los dioses olímpicos, aunque despreciaban a Pan por su simplicidad y su afición al alboroto, explotaban sus facultades. Apolo le sonsacó el arte de la profecía y Hermes copió una flauta que Pan había dejado caer, pretendió que la había inventado él y la vendió a Apolo. Pan es el único dios que ha muerto en nuestra época. La noticia de su muerte la dio un tal Tamo, marinero de un barco que iba a Italia pasando por la isla de Paxi. Una voz divina gritó a través del mar: “¿Estás ahí, Tamo? Cuando llegues a Palodes cuida de anunciar que el gran dios Pan ha muerto”, lo que hizo Tamo; y la noticia fue acogida en la costa con gemidos y lamentos. Según Graves, este hombre vestido con la piel de cabra era el amante elegido por las Ménades durante sus orgías de ebriedad en las altas montañas y más pronto o más tarde pagaba su privilegio con la muerte. Su seducción de Selene debe referirse a una orgía a la luz de la luna, en la que la Reina de Mayo montaba en la espalda de su hombre antes de celebrar un casamiento selvático con él. El Tamo egipcio al parecer oyó mal el lamento ceremonial “Thamus Pan-megas téthnece” (” El todo grande Tammuz ha muerto”) y entendió: ¡Tamo, el Gran Pan ha muerto! Ártemis exigía a todas las jóvenes de su cortejo la misma castidad perfecta que ella practicaba. Por eso, cuando Zeus sedujo a una de ellas, Calisto, hija de Licaón, la diosa la expulsa de su séquito por lo que Zeus, para ponerla a salvo de la ira de Hera, decide convertirla en osa. Tiempo después, Calisto da a luz a un niño llamado Arcade (de αρκούδα, oso) que será, el héroe epónimo de los arcadios. Después, Zeus los hizo ascender al firmamento transformando a Calisto en la Osa Mayor y a su hijo en la estrella Arturo. Una vez en el cielo, Hera se toma una postrera venganza haciendo que ninguno de los dos se bañe nunca en las aguas del Océano y condenando a la Osa a girar sin descanso alrededor de la Estrella Polar. Según Graves, el mito de Calisto tiene por finalidad explicar las dos niñas vestidas como osas que aparecían en el festival ático en honor de Ártemis Brauronia, y la relación tradicional entre Ártemis y la Osa Mayor. El yacimiento Diez escalones de piedra con funciones teatrales bajan hasta los cimientos del templo de la diosa. A.K. Orlandos y P. Kavvadias excavaron el templo a finales del siglo XIX (1889), datándolo en el s. IV a.C. Los añadidos y la restauración del templo corresponden al siglo II a.C. Se trata de un templo próstilo hexástilo dórico con seis columnas dóricas en la fachada delantera. El estilóbato de 11,5 x 21,35 m está dividido en pronaos y cella. Los muros de la cella estaban constituidos de arenisca en una pequeña altura siendo el resto de ladrillo. El templo tenía una entrada lateral que daba al área teatral por lo que se piensa que ambas se crearon para permitir un culto especial a Déspina. En el interior del templo de Licósura estaba el grupo escultórico de Damofonte de Mesene sobre un podio de un metro de altura delante del cual había un mosaico que decoraba el suelo. El grupo escultórico de mármol era una imponente representación de las divinidades. En el se podía ver a la diosa sentada y hierática con la llamada cista sobre las rodillas y cogiendo un cetro, y compartiendo el trono con su madre Deméter, la cual lleva en su mano una antorcha encendida. A ambos lados del trono se representaban de pie a Ánitos y a Artemisa con un perro de caza. Ánitos era el titán que había asumido la alimentación de Déspina. A la entrada del templo se podía contemplar la imagen de bronce de Artemisa Hegemónica (“la que guía”) que portaba también una antorcha como diosa del mundo subterráneo. Enfrente de las columnas dóricas de la pronaos se extiende una explanada en la que se distinguen los cimientos de tres altares: De oeste a este, el de la Gran Madre, el de la propia Déspina y el de Deméter. La stoa de 60 m de largo miraba al valle ofreciendo a los celebrantes un espacio cerrado entre la columnata y el bosque. Allí florecía el bosque sagrado de la diosa al lado del cual se levantaba un altar dedicado a su padre Posidón Hipio. La stoa era de estilo dórico y contenía un panel pintado con temas relacionados con los misterios y 4 bajorrelieves. Entre la densa vegetación se distinguen todavía las escaleras del llamado “Megáron”, el gran altar en que se quemaba la carne de las víctimas y donde tenía lugar la ceremonia de los misterios. Tenía unas dimensiones de 12 x 9,5 m y era un altar monumental con escaleras a ambos lados y una pequeña stoa al final de las escaleras. De gran interés son las 140 figuras de terracota con cabeza de oveja y de vaca que se encontraron en ésta área. La gran mayoría son femeninas y recuerdan mucho a las figuritas talladas en el velo de la colosal cabeza de Déspina. Debido al tabú del nudo y el anillo, que en las sociedades primitivas obraba a modo de traba espiritual, nadie podía visitar el antiguo santuario de Déspina con un anillo en el dedo. En la base de la colina, pocos metros más al oeste, se puede ver una impresionante construcción de una fuente que perteneció, seguramente, al antiguo edificio de acogida de los visitantes, los restos de una cisterna y muchos trozos de las murallas de la ciudad. El museo El pequeño museo de una sola sala se levantó a finales del siglo XIX por Κωνσταντίνος Κουρουνιώτης y fue renovado totalmente ente 1986 – 1987. Trozos del impresionante conjunto escultórico de Damofonte fueron encontrados durante las excavaciones realizadas por el arqueólogo Κ. Κουρουνιώτης y se pueden ver, al igual que una reconstrucción de todo el conjunto, en el museo. Los cuerpos de las esculturas son auténticos, las cabezas, sin embargo, son copias porque las auténticas se encuentran en el Museo Arqueológico de Atenas. El museo se encuentra cerrado a la hora de redactar este informe.
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