“En Aigósthena hay un santuario de Melamp, hijo de Amitaón, y un hombre no alto esculpido en una estela” (Pausanias. La Desripción de Grecia. Libro I, 44,5)
El acceso al yacimiento puede hacerse a través de la PATHE. Antes de llegar a la unión de ésta con la ATTIKI un desvío a la derecha señala Magoula. Pasado Oinoi cogemos el desvío a la izquierda hacia Vilia. Desde aquí, en unos 25 km, y nada más atravesar un bello y boscoso tramo con la montaña Citerón a nuestra derecha, llegamos a la hermosa bahía de Porto Germeno. Nada más acabar las curvas se alzan majestuosas las ruinas sobre una baja colina, a la izquierda de la entrada al pueblo. Hay otro camino alternativo a través de K. Alepochori y Psatha por la carretera que recorre la costa oeste del Ática.
Aigósthena se encuentra en la falda del monte Citerón, a una altura de 450 m sobre el nivel del mar. El asentamiento, que ya existía en el siglo VIII a.C., era territorio de Mégara y, aunque bastante remoto, controlaba la directa pero difícil ruta entre Beocia y el Peloponeso. Por aquí pasaron los espartanos después de su derrota en Leuctra (371 a.C.). No se sabe a ciencia cierta cuándo y por qué se construyeron estas fortificaciones. Se han propuesto fechas tan dispares como mediados del siglo IV a.C. (Mégara con la ayuda de Atenas), inicios del siglo III a.C. (Demetrio Poliórcetes) y mediados del siglo III a.C. (Liga Aquea) basándose en su estilo arquitectónico. Las últimas investigaciones parecen decantarse por la primera opción (343 a.C.) cuando atenienses y megarenses se unieron para combatir a sus enemigos comunes los tebanos. La ciudad fue miembro de la Liga Aquea desde el 242 a.C. hasta la ocupación romana. Aigósthena era el centro de culto del héroe oracular y terapéutico Melampo, cuyo santuario refiere Pausanias y se piensa que estaba al pie de la acrópolis dentro del espacio entre los largos muros. En él, el héroe recibía sacrificios y era honrado con una fiesta anual. Ahora bien, los habitantes del lugar no atribuían al héroe poder adivinatorio alguno, dato que ha hecho pensar que el minia Melampo estuviese asimilado aquí a alguna otra divinidad local. No obstante, la importancia de su culto ha dejado también su huella en la antroponimia del lugar, como testimonia la inscripción “Μελαμποδώρα Αχέλωνος” legible aún en un sillar de los reutilizados para la edificación de la antigua iglesia cristiana que se haya en el interior del recinto.
En Aigósthena se hallaba uno de los principales santuarios dedicados a Melampo, hijo de Amitaón y nieto de Creteo. En él, el héroe recibía sacrificios y era honrado con una fiesta anual. Según Graves, Melampodes (“pies negros”) es un nombre clásico común para los egipcios, y las fábulas acerca de cómo Melampo comprendía lo que decían las aves y los insectos es probable que sea de origen africano y no eolio.
El yacimiento, durante la redacción de este informe, se encuentra en fase de restauración. En el año 2011 empezaron los trabajos para la restauración de la torre A, que hoy están finalizados, mientras que en el 2013 empezaron los correspondientes a la restauración de la torre D que aún continúan. Aigósthena está considerada como la fortaleza antigua griega mejor conservada. La sección mejor conservada de las fortificaciones, que comprenden un rectángulo de unos 550 m x 190 m, se encuentra en el lado oriental de la acrópolis (ciudadela). Ésta tiene una extensión de unos 190 x 80 m. En el ángulo suroriental del recinto se encuentra la torre mejor conservada. Es la llamada Torre A. Está construida con piedras calizas y conglomerado rojizo. Su base era un cuadrado de 8,8 m de lado y su altura era de 18 m. Justo por debajo del techo con gabletes se abrían 3 ventanas con postigos diseñadas para las catapultas. Los arqueros se situaban en dos pisos inferiores. Así pues, la torre tenía tres pisos. Una entrada en su lado norte permitía la comunicación con el camino que recorría la muralla. En conjunto, se han conservado 16 torres. Se utilizó mampostería isódoma en sillares para las torres con bloques en su mayor parte trapezoidales. En los muros se utilizaron, además, bloques poligonales. La puerta principal se encuentra junto a la torre F, entre la acrópolis y la ciudad inferior fortificada, mientras que entre las torres B y C, en el muro oriental exterior, había una poterna. La acrópolis se conectaba con el puerto a través de largos muros. Quedan pocos restos del muro meridional pero el muro septentrional aún se mantiene en pie y se extiende hasta el mar en una longitud de 450 m, protegido por 8 torres rectangulares y perforado por dos puertas.
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