“La ciudad de Alífira ha recibido su nombre de Alífiro, hijo de Licaón, y hay santuarios de Asclepio y de Atenea, que es la más venerada de los dioses, porque dicen que nació u se crió entre ellos.” (Pausanias. La Descripción de Grecia. Libro VIII, 26,6.).
Desde la carretera nacional occidental que recorre el Peloponeso, viniendo desde el sur pasando Kato Samikó, cogemos el desvío con dirección a Kréstena y Andritsena que pasa por Grillos y nos lleva hasta Kato Amygdaliés. Aquí, un desvío a la izquierda que nos lleva hasta el pueblo de Alífira. Cruzando el pueblo, una carretera nos conduce hasta el cementerio helenístico (aunque ningún cartel lo indica). Antes de llegar, un camino a la derecha, solo pavimentado en sus primeros metros, nos conduce hasta la antigua Alífira. Al acabarse la pavimentación del camino dejamos el coche y vamos andando hasta el Asclepieion.
Alífira fue fundada por Alífiro, uno de los cincuenta hijos de Licaón. La construcción y ocupación de la ciudad empezó a mediados del siglo VI a.C. En el siglo IV a.C. entró a formar parte del Común de los Arcadios. Fue abandonada por la mayoría de sus habitantes a raíz del sinecismo de los arcadios en Megalópolis después de la batalla de Leuctra. En 224 a.C. el tirano de Megalópolis, Lidiades, la cedió a los eleos. En 219 a.C. la conquistó Filipo después de un largo asedio. En 207 a.C. pasa de nuevo a depender de Megalópolis. En 191 a.C. entró a formar parte de la liga aquea. El santuario de Asclepio comparte con el templo de Atenea el escaso espacio dedicado al culto en este lejanísimo villorrio. El lugar parece que se abandonó durante la época paleocristiana.
En Alífira nació Atenea. Fue de la siguiente manera: Zeus codiciaba a la titánide Metis a la que dejó encinta. Un oráculo de Gea declaró entonces que daría a luz a una niña y que, si Métis volvía a concebir, pariría un varón que estaba destinado a destronar a Zeus por lo que Zeus se tragó a Metis. Cuando transcurrió el tiempo debido, Zeus sintió un furioso dolor de cabeza. Corrió a su encuentro Hermes, quien inmediatamente adivinó la causa del malestar de Zeus. Convenció a Hefesto para que con su hacha le abriese una brecha en el cráneo. De ella salió Atenea, plenamente armada y dando un potente grito. Apolodoro nos recuerda que Asclepio había recibido de la diosa Atenea sangre de la Gorgona la cual podía utilizarse para la destrucción o la salvación de los hombres. Según J.E.Harrison la fábula del nacimiento de Atenea es un recurso teológico desesperado para despojarla de sus condiciones matriarcales. Según Graves, es también una insistencia dogmática en la sabiduría como prerrogativa masculina; hasta entonces solamente la diosa había sido sabia.
El lugar fue excavado por el arqueólogo Αν. Ορλάνδου en 1932-33. La acrópolis, el sector amurallado de la antigua ciudad, ocupa la cresta de una pequeña sierra. En un extremo del yacimiento está el templo de Asclepio y en el otro la acrópolis con el santuario de Atenea. El espacio entre ambos era el lugar habitado de la colina que se conoce con el nombre de “Προάστειο της Ακρας”, referido por Polibio durante la ocupación de la ciudad por Filipo V. En él se encuentran los restos de un gran edifico cuadrangular. La urbanización de la colina empezó a mediados del siglo IV a.C. Los hallazgos más antiguos encontrados en la zona pertenecen al periodo geométrico. La ciudad y el santuario de Atenea puede que existieran ya desde el siglo VI – V a.C., mientras que el Asclepieion debió construirse en el siglo IV a.C. El amurallamiento de la acrópolis se limita a los lados más accesibles de la sierra, es decir, al norte, al este y a la parte este del lado sur. La muralla se ha construido con roca local con un sistema mixto entre el isodómico y el poligonal. Se ha conservado muy bien en determinados tramos. Debía existir una puerta en el este, donde hay un paso natural y otra en el noroeste, cerca del Asclepieion. La torre llamada de Βουβάλας, de dimensiones 9 x 3,7 m, se conserva en una altura de 6 m. El templo de Asclepio sobresale en el complejo del Asclepieion que es referido por Pausanias y que se encuentra situado en el sector occidental de la ciudad amurallada. La terraza sobre la que se alza el santuario se encuentra a un nivel bastante inferior al correspondiente del santuario de Atenea y está delimitada por un muro de sostenimiento del “Προάστειο της Ακρας”. Las ruinas que se conservan del templo son más escasas que las de Gortix aunque igualmente antiguas: los muros de un templo austero de mediados del siglo IV a.C., que se conservan en una altura de 3 – 4 m; los cimientos del templo; el altar de los sacrificios en línea recta con la puerta de entrada; y el pedestal de piedra, al fondo de la naos, sobre el que se alzaba la estatua de madera revestida de marfil del dios. Frente al pedestal, se descubrieron dos placas de mármol terminadas en patas de león que probablemente pertenecían a una mesa de ofrendas. Las dimensiones del templo eran de 9,3 x 5,75 m y estaba dividido en dos partes separadas por una puerta: pronaos y naos. Su suelo estaba formado por grandes placas de piedra. En la pronaos había dos columnas, quizás dóricas, entre hastiales que sostenían la techumbre y de las que no se ha conservado ningún resto. Puede ser que los muros exteriores del templo estuvieran recubiertos de un enlucido rojo. A 9 metros al este del templo se encuentra un gran altar rectangular de dimensiones 5,36 x 2,18 m datado de finales del siglo IV a.C. El conjunto de templo y altar estaban rodeados por una valla de piedra. Al sur del templo había un edificio cuadrado de 4 x 4 m con un peristilo exterior que sería, seguramente, un hotel para los fieles o la vivienda de los sacerdotes del templo. A unos 450 m al sur del templo de Asclepio, en la acrópolis, se encuentra el templo de Atenea. Las ruinas del templo dórico de Atenea dominan una vista única de los valles de alrededor. Se encuentra situado en el sector orriental de la ciudad fortificada, inmediatamente bajo la acrópolis. Es de dimensiones 10,65 x 29,6 m y es el monumento más antiguo e importante de la antigua Alífira. Parece que su naos se construyó bastante antes del 500 a.C., hipótesis que se ve reforzada por el descubrimiento de ofrendas datadas de mediados del siglo VI a.C. Se conserva a nivel de sus cimientos y sus muros debieron estar construidos de adobe, mientras que quizás estuviera rodeada de columnas de madera. De esta fase se conservan también tejas de cerámica con decoración grabada de Gorgonas. Al fondo de la naos se levantaría la estatua de culto, el arcaico ξόανον de la diosa. En torno al 500 – 490 a.C., el templo se transformó en un templo dórico períptero de 6 x 15 columnas. De esta fase se conserva la base de la columnata y trozos de sus columnas y de su arquitrabe. Se han conservado también tejas de mármol procedente de las islas del Egeo. Su entrada se realizaba por el este a través de un muro de sostenimiento escalonado. El templo debió destruirse por un terremoto. En la época bizantina se construyó sobre la parte delantera la capilla de Santa Elena. El altar mira, siguiendo las normas, hacia el este, pero el templo tiene una rara orientación hacia el norte, distinto de la orientación habitual de los templos griegos antiguos, ya sea debido al espacio disponible o a una tradición que se da en otros lugares de Arcadia. Tenía en su interior una escultura de madera de la diosa. A 19 m al norte de la fachada del templo se encontraron los cimientos del altar de longitud 10,88 m y anchura 1,36 m. A 9 m del templo de Atenea hacia el oeste se encontraba el pedestal de la impresionante estatua de Atenea de finales del siglo V a.C. que era de bronce, obra de Hipatodoro. Cerca de aquí los alifirenses honraban al héroe Μυίαγρο para que espantara las moscas de las carnes que se utilizaban en el sacrificio. En este lugar había también un altar de Zeus con el sobrenombre de Λεχεάτης de “λέχος” que significa lecho y que hace referencia a los 40 días de reposo que habitualmente acompañaban al parto. No lejos de este lugar parece que existía una fuente, la llamada por Pausanias Tritónide. Hoy, aquí, reina la más absoluta soledad. La necrópolis se extiende en las faldas este y sur de la colina. Son tumbas monumentales de la época helenística. Las tumbas eran familiares y se utilizaban como poliandria para muertos en batalla. Se catalogan en dos categorías: las que están coronadas con un frontón y las que tienen un templete sobre la tumba. Todas las tumbas (A – Z) se encontraron saqueadas. De las seis tumbas descubiertas, la más importante y mejor conservada es la Tumba de Secea (Tumba A), con forma de templo, y que contiene 4 recintos en su interior para la ubicación de los muertos. Está excavada en la roca y tiene en la fachada cinco pilares y un frontón triangular. Presenta grabado en el pilar central un epigrama en honor al difunto Secea y en otros lugares de la fachada, y fundamentalmente en el arquitrabe, los nombres de los otros difuntos. Después de los sucesivos enterramientos, el monumento se cubrió con tierra. Se encuentra cerca de la carretera que une la actual Alífira con Andritsena. De parecida forma es la Tumba B, que se excavó bastante más al sur que la primera. En sus pilares también estaban gravados los nombres de los difuntos. A la misma categoría pertenecen la Tumba Γ, que quizás sea de época anterior (finales del siglo IV a.C. o principios del siglo III a.C.) y la Tumba Δ. Una forma bastante diferente presenta la Tumba E que tiene una planta en forma de Π. En su parte superior tiene un templete con los nombres grabados de una pareja y su, hoy perdida, representación en relieve. A la misma categoría pertenece la Tumba Z. Los monumentos funerarios de Alífira con forma de templo fueron los primeros que se localizaron en el Peloponeso, pues hasta entonces sólo eran conocidos en Macedonia y en Asia Menor. Pudieron construirse bajo la influencia macedonia, durante el periodo de la dominación macedónica en el Peloponeso, a finales del siglo IV a.C. y en el siglo III a.C.
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