“De Vaticles de Magnesia, que hizo el trono del Amicleo, son ofrendas, además del trono totalmente trabajado, las Cárites y una imagen de Ártemis Leucofriene”. (Pausanias. Descripción de Grecia. Libro III, 18,9).
La carretera general que sale de Esparta hacia el sur nos lleva a Amyklés. Antes de este pueblo, un desvío a la izquierda nos lleva a la localidad de Peristeri y luego al yacimiento.
El pueblo actual de Amiclés conserva inalterado su nombre desde el 2000 a. C. – 1600 a.C. en que se fundó el primitivo asentamiento sobre la colina. Se encuentra situado a unos cuatro kilómetros al sur de la ciudad de Esparta. Durante la época micénica (1600 – 1100 a.C.) el lugar tenía un carácter religioso, como lo demuestran las numerosas estatuillas que han salido a la luz. El antiguo Amiclés estaba construido en la cercana colina de Αγία Κυριακή. Esta iglesita la construyeron justamente sobre los cimientos del templo de Jacinto y Apolo y, por supuesto, con sus materiales. Los reyes aqueos tuvieron su sede en la zona de Amiclés, habitada desde principios de la Edad del Bronce. El valle donde actualmente se asienta Esparta fue ocupado por los dorios a su “llegada”. Los de Amiclés resistieron valientemente, pero el lugar fue finalmente tomado por los esfuerzos de Tisámeno, un noble de la familia de los Agíadas, hacia el 750 a.C.
Jacinto, hijo de Amiclas y nieto de Lacedemón, era un príncipe espartano de quien no sólo se enamoró el poeta Támiris- el primer hombre que cortejó a uno de su sexo-, sino también el propio Apolo, el primer dios que lo hizo. Para Apolo Támiris no resultó ser un rival serio; le oyó jactarse de que podía superar a las musas en el canto y les informó de ello maliciosamente, por lo que ellas en seguida privaron a Támiris de la vista, la voz y su memoria para tañer el arpa. Pero el viento del oeste también se había encaprichado de Jacinto y se sentía enormemente celoso de Apolo. Un día en que Apolo le estaba enseñando al muchacho a lanzar el disco, el Viento del Oeste se apoderó del disco en el aire, lo lanzó contra el cráneo de Jacinto y lo mató. De su sangre brotó la flor del Jacinto, en la que se ven todavía las letras iniciales de la señal eterna de su lamento. (El Jacinto tiene en la base de sus pétalos marcas que se parecen a las letras griegas primitivas IA) Según Graves, el mito de Jacinto se relaciona con el héroe-flor cretense Jacinto, llamado también, al parecer, Narciso. Éstos parecen haber sido nombres del héroe de la floración primaveral cretense. En otras partes se le llama Anteo, sobrenombre de Dioniso. Su culto fue introducido en la Grecia micénica y dio nombre al último mes del verano en Creta, Rodas, Kos, Tera y Esparta. En Amiclés, Tindáreo, padre terrenal de Helena, organiza las bodas de su hermosa hija, convocando para ello a los cuarenta y un pretendientes. Durante la delicada tarea de deliberación, el rey acepta el consejo de Odiseo, quien, a cambio de la mano de su sobrina Penélope, le sugiere que tome solemne juramento a todos los pretendientes de que respetarán y defenderán al elegido y a la propia Helena ante cualquier afrenta contra su matrimonio. Formulando el juramento, Helena se casa con Menelao, quien, tras la muerte de los Dióscuros recibirá el reino de manos de Tindáreo.
El templo fue de descubierto por C.Tsountas entre 1889 y 1890, y el yacimiento fue excavado sistemáticamente en la década de 1920 por el Instituto Arqueológico Alemán. Muchos restos arquitectónicos del “trono” de Vaticles fueron reconocidos, identificados y publicados por Α. Δεληβορριάς en 1968. Los antiguos habitantes que fundaron esta ciudad habían instituido aquí el culto a Jacinto, el bello joven amante de Apolo, hijo del rey Amiclas, símbolo de la belleza y la juventud. Este era el templo más importante de los antiguos espartanos. Un gigantesco trono fue construido por Vaticles de Magnesia a finales del siglo VI a.C. del cual Pausanias da una pormenorizada descripción. Stoas y habitaciones constituían esta construcción (un “altar porticado”), con un peristilo interior para seguir las ceremonias (las llamadas “jacintas” de carácter anual) en torno a la tumba – altar de Jacinto, que era a la vez el pedestal de la estatua colosal de Apolo. Una gigantesca estatua de Apolo Delfinio, de 13 m de altura, se levantaba sobre la parte central del trono. La estatua no era obra de Vaticles sino que era de origen predórico, y, según Pausanias, estaba hecha sin arte, pues, aparte del rostro y de las puntas de los pies y de las manos, el resto era parecido a una columna de bronce. Tenía en la cabeza un yelmo y en las manos una lanza y un arco. El pedestal de la imagen presentaba la forma de un altar y decían que Jacinto estaba enterrado bajo él. Aquí se encontraba también el heroon de Agamenón y Casandra cuya ubicación no es segura. Hoy en día quedan sólo unos pocos restos y un altar circular. El yacimiento está cerrado al público.
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