En la época micénica hay constancia de la existencia de un palacio defendido por sólidas murallas en la roca de la acrópolis, cuya memoria sobrevivió en la época histórica del culto a Zeus Polieus y Atenea Polias. Se han encontrado también pruebas de una “ciudad baja” con necrópolis al pie de la acrópolis. Atenas era la capital de un reino al que aludía el mito del sinecismo de Teseo. En un principio, el mítico rey Cécrope II había repartido al pueblo en 12 ciudades: Cecropia, Tetrápolis, Epacria, Decelia, Eleusis, Afidnes, Thorikós, Vraurón, Citero, Esfeto, Cefisia y Atenas. Más tarde, Teseo unió las doce en una sola ciudad, la actual Atenas. La tradición quiere que el último rey de Atenas fuera Codro y refiere su reinado a la también mítica invasión dórica, en torno al 1100 a.C. El rey Codro resistió la invasión dórica y tanto Atenas como el Ática en general permanecen como lo que eran, ciudades de raza jónica, algo de lo que los atenienses siempre estuvieron orgullosos. Aunque la tradición señala a Codro como último rey de Atenas, la historia quiere que ese privilegio sea otorgado al rey Ákastos., quien derogó la monarquía hereditaria, siendo sustituida por un gobierno oligárquico. La reocupación de buena parte de la “ciudad baja” (viviendas en la zona del ágora y al oeste del Areópago) y la existencia de grandes tumbas con símbolos gigantescos en el barrio de Kerameis muestran que un intenso resurgir marcó la fase posmicénica, que se extendió durante todo el periodo geométrico (1050 – 700 a.C.). Esta vitalidad y esplendor fue fruto de la colonización ática dirigida por los aristócratas (llamados eupátridas, “de linaje ilustre”) durante el siglo IX a.C. Atenas experimentó varios desarrollos en sus formas de gobierno: primero la monarquía, después la oligarquía de los nobles, a continuación la tiranía y, finalmente, formas cada vez más perfeccionadas de democracia. La figura clave en la transición desde la monarquía a la oligarquía fue la del archon (arconte). El rey se convirtió en arconte vitalicio, después en un arconte con mandato de diez años y, finalmente, de un solo año, conforme iba, poco a poco, disminuyendo su poder. Finalmente, el arcontado se fragmentó, organizándose en un grupo de nueve miembros a la vez que surge la institución del Areópago, un consejo de ancianos compuesto por antiguos arcontes, que secundaba al arcontado. La creciente presión aplicada por las clases sociales excluidas del poder creó las condiciones necesarias para cambios importantes, y fue más a Dracón (594 a.C.) que a Solón a quien debe atribuirse el cambio de las instituciones. Esto insufló nueva vida en el Ática a la clase de los pequeños terratenientes que formaron la base del desarrollo económico y demográfico. La constitución timocrática (o censitaria) introducida por Solón estableció la división igualitaria de los impuestos basándose en cuatro clases de ingresos. Esto abrió el camino para que un número cada vez mayor de individuos alcanzase las más altas metas a la vez que se creó un sistema de justicia popular. Solón creo la Εκκλησία, la reunión del pueblo, y la Ηλιαία, el Tribunal popular. Cada ciudadano ateniense tenía ahora el derecho de elegir y ser elegido, Sin embargo, como sólo los ciudadanos ricos podían responder a la llamada de la ciudad, los aristócratas conservan su influencia sobre el pueblo. En este periodo se produjo un hecho fundamental para la organización de la ciudad: la creación de una “nueva” ágora, opuesta a la “antigua” a los pies de la Acrópolis, con una serie de nuevos edificios políticos. La rápida evolución económica y social resultante de las reformas de Solón desagradó a la aristocracia, que veía erosionarse su poder frente a los nuevos ricos (comerciantes y navieros). La tensión y los conflictos entre la nobleza terrateniente, por una parte, y la clase de los mercaderes y artesanos, por otra, llevó a una forma transitoria de gobierno denominada “tiranía”. Atenas sufrió la tiranía desde Pisístrato desde el 560 a.C., y las fuentes no dejan de alabar el trato favorable que dispensó a los pequeños agricultores, artesanos y comerciantes. También obtuvo éxitos militares y, en su política exterior, triunfó con la introducción del cuerpo de los strategi (generales con amplias responsabilidades) y con la atención prestada a la zona de los estrechos para un mejor control del Egeo. El establecimiento de las Grandes Dionisias y la reorganización de las Grandes Panateneas dieron también a este periodo una importante dimensión cultural. El de la tiranía fue un periodo de intensa construcción lo que cambió el rostro de la urbe y, sobre todo, el de la Acrópolis y el ágora. Además, la ciudad recibió su primer teatro, el gigantesco templo del Olympieion y el gimnasio de la Academia. Los hijos de Pisístrato, Hipias e Hiparco, fueron incapaces de sostener el prestigio de su padre y la tiranía fue abolida en el 510 a.C. En el 508 a.C., Clístenes impulsó una reforma de la constitución que creó un nuevo equilibrio de poder entre los órganos institucionales, dividiendo el Ática según nuevos criterios. En lugar de las cuatro tribus jónicas antiguas basadas en relaciones de parentesco, se crearon diez tribus territoriales, cada una de ellas compuesta por tres barrios (tryttes, “tercios tribales”), uno urbano, uno costero y un tercero interno, en un intento de romper las alianzas e intereses de los grupos de presión y constituir un cuerpo cívico más homogéneo. Cada tribu designaba por sorteo a 50 personas para conformar un consejo anual (boulé) de 500 miembros, que estaba dirigido de forma rotativa por cada uno de los grupos de 50 (prytanea). La tarea del consejo consistía en preparar los temas políticos que serían debatidos y votados por la asamblea popular (ekklesia), cuyo poder había crecido a expensas del Areópago. Otra innovación de la ley fue el ostracismo. La recién nacida democracia mantuvo el programa constructivo en el ágora y en la Acrópolis hasta que fue interrumpido por la invasión persa del 480 a.C. Después de la victoria ateniense en la batalla de Maratón, los atenienses reforzaron sus instituciones con introducción de la elección de los arcontes. La preparación de una gran flota al mando de Temístocles llevó a Atenas a la victoria sobre los persas y convirtió a Atenas en la primera potencia naval. Esto, a su vez, permitió extender su hegemonía al mar Egeo a través de la creación de la Liga Delo – Ática en el 478 – 477 a.C. El clima político entre los conservadores y los demócratas se enturbiaba. Cimón, que lideraba a los primeros, creía que Persia era la potencia temer y buscó la paz con la otra gran fuerza política griega: Esparta y la Liga del Peloponeso. Los demócratas, dirigidos por Temístocles, miraban más lejos y mostraban preocupación por Esparta, el único competidor para la hegemonía ateniense sobre Grecia. Producto de esta cautela fue la construcción de los Grandes Muros que cercaban la ciudad e incluían en su interior al puerto de El Pireo. El sucesor de Temístocles, Efialtes, maniobró para debilitar aún más el poder del Areópago, reduciendo sus responsabilidades a decidir simplemente sobre crímenes de sangre, y las decisiones sobre casos civiles pasaron a ser responsabilidad del tribunal popular. A la muerte de Efialtes, Pericles asumió el liderazgo del partido demócrata. Fue elegido estratego durante muchos años consecutivos con el apoyo del pueblo. Se dedicó de inmediato a la reconstrucción de la Acrópolis como parte de un programa que afectaba a casi toda la ciudad y a su “periferia” (Eleusis, Ramnunte, Archanes, etc.) Una serie de acontecimientos hicieron invertir el curso de lo que parecía que sería una larga época de esplendor para Atenas: la Guerra del Peloponeso, el “golpe” oligárquico después del colapso de Atenas, la vuelta a la democracia, la rendición ante Esparta en el 404 a.C., el gobierno de los Treinta Tiranos dirigido por Critias y la restauración final de la democracia por Trasíbulo. Impulsada por Conón dio comienzo una nueva fase de desarrollo. La Liga Ateniense se restablece en 378 a.C. La ciudad alcanzó un gran periodo de esplendor bajo Licurgo entre los años 350 y 338 a.C., con la construcción de numerosos edificios y la terminación de otros. El teatro tuvo especial importancia, y sobre todo la filosofía, convirtiéndose la ciudad en el centro en donde todos los grandes filósofos querían enseñar. La derrota de todos los griegos del sur en la batalla de Queronea (338 a.C.) supone el final de esta gran época y el primer periodo del helenismo fue de estancamiento de la ciudad, condenada como estaba a la lucha contra el poder de Macedonia. Sin embargo, Alejandro respetó Atenas y extendió su cultura por todo el mundo. Su muerte (323 a.C.) supuso el fin de la democracia ateniense por obra del general macedonio Antípatro. Una guarnición macedonia entró en Atenas y ocupó Muniquia (322 a.C.), y después también el Pireo y los Muros Largos. A la muerte de Antípatro, Olimpíade volvió del Épiro y gobernó durante un cierto tiempo. No mucho después, Atenas fue sitiada por Casandro que la entregó al pueblo. Casandro, cuando reinó, estableció como tirano de Atenas a Demetrio de Falero, hijo de Fanóstrato. Puso fin a su tiranía Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono, que era joven y estaba dispuesto generosamente hacia los griegos. Demetrio fortificó el llamado Museo. Algún tiempo después, los atenienses eligieron como estratego a Olimpiodoro quien, en el 287 a.C. se apoderó del Museo y liberó a los griegos de los macedonios. En el 263 a.C. Antígono Gonatás volvió a instalar una fuerza de ocupación extranjera dentro del recinto de la ciudad, en la colina del Museo. Pasado algún tiempo, el mismo Antígono retiró la guarnición del Museo por propia voluntad, devolviendo a los atenienses cierta apariencia de libertad. En el siglo II a.C., el antiguo prestigio cultural de Atenas revivió una vez más y atrajo la beneficencia de los gobernantes orientales, sobre todo de los Atálidas de Pérgamo. Además de sus inmensas donaciones a la Acrópolis, patrocinaron extensas obras en el ágora que, en el siglo II a.C., adoptó un aspecto oriental estructurando sus laterales con grandes pórticos.
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