Miembros de las migraciones de razas provenientes de Asia Menor, que penetraron en Grecia en el Broce Antiguo y que se extendieron por el sur de la península, retornaron al norte de la misma en el siglo XV a.C. constituyéndose en lo que sería el pueblo macedonio, muchas de cuyas costumbres y artesanía tenían sus raíces en el sur. Desde el siglo XIV al XI a.C., cerámica micénica se encuentra en muchos lugares de Macedonia, desde Taso y Chalkidikí hasta la Macedonia occidental. Las estrechas relaciones de Macedonia con la Grecia del sur se reflejan en los modos de vida de sus habitantes. Los llamados dorios eran descendientes directos de las razas macedónicas y se extendieron de forma pacífica por el norte y sur de Grecia a finales del segundo milenio a.C., estando descartado de que se tratara de un pueblo no griego que ocasionara la destrucción de todos los centros micénicos de la península. La Macedonia Superior estaba habitada por diferentes razas helénicas emparentadas entre sí: Ορέστες, Λυγκηστές, Πελαγόνες, Ελιμιώτες, Εορδοί. El fundador mítico de la dinastía macedonia fue Heracles, a través de su descendiente Témeno. El fundador del estado y de la casa real de los teménidas argeadas, Pérdicas I (700 – 652 a.C.), junto con sus hermanos Gavanes y Aéropo, huyeron de Argos a Iliria, de aquí pasaron a la alta Macedonia y llegaron a la ciudad de Lebea. La región de Piería fue el núcleo de su reino. Esto sucedió a mediados del siglo VII a.C. Estos macedonios tenían muy estrechas relaciones con los tesalios. Durante el periodo que ocupan los siglos VIII y VII a.C. empezó la instalación de colonias, por habitantes del sur de Grecia y de las islas (Eubea y Cícladas), en el interior del golfo Thermaikós que tuvieron su periodo de esplendor durante el siglo VI a.C.: Díkea, Methoni, Pidna, Potidea, etc. Sucesores de Pérdicas I fueron sucesivamente, Argeo I (652 – 621 a.C.), Filipo I (621 – 588 a.C.), Aéropo I (588 – 568 a.C.), Alketas (568 – 540 a.C.) y Amintas I (540 – 498 a.C.). La helenidad de la casa de los teménidas se afirmó también a finales del siglo V a.C. con la admisión para participar en los Juegos Olímpicos del rey Alejandro I Filheleno (498 – 462 a.C.), hijo de Amintas I a quien le había sucedido en el trono. Su ayuda en la victoria final de los griegos contra los persas, particularmente en la batalla de Platea, fue determinante. La expulsión de los persas de su región le dio la oportunidad de anexionarse las regiones de Orestís, Linguistís y Pelagonía hacia el norte y oeste, y, por el este Migdonía, Kristonía y Visaltía, con sus ricos yacimientos minerales. La sucesión de Alejandro I consiguió la estabilidad del reino con su hijo Pérdicas II (462 – 413 a.C.), el “colaborador y amigo” de los atenienses durante la guerra del Peloponeso. La creación, sin embargo, de un estado vanguardista para su época corresponde a Arquelao (413 – 399 a.C.), hijo de Pérdicas II, que se aprovechó de la derrota de los atenienses en Sicilia. La explotación de las riquísimas fuentes de materias primas del país posibilitó su desarrollo económico. Su influencia se extendió más allá de las fronteras de su reino. La muerte de Arquelao por un accidente de caza tuvo consecuencias catastróficas para su reino. Las décadas siguientes estuvieron alteradas por las invasiones de los dárdanos bajo el diestro Várdili. Paralelamente muchas tierras pasaron a manos de los chalkideos mientras el trono de macedonia pasaba sucesivamente a Orestes (399 – 397 a.C.), Aéropos II (397 – 394 a.C.) y a Amintas II (394 – 393 a.C.). Los intentos de Amintas III (393 – 370 a.C.), padre de Alejandro II (370- 368 a.C.), Pérdicas III (368 – 359 a.C.) y Filipo II, se caracterizaron por intensos cambios. La mayor desgracia sucedió el 360 a.C. cuando Pérdicas III (368 – 359 a.C.), hermano de Filipo II, cayó derrotado ante los ilirios de Várdili. La obediencia se relajó y la moral del pueblo se vino abajo. En este ambiente subió al poder Filipo II (359 – 336 a.C.), hijo, como ya se ha dicho, de Amintas III y Eurídice, hija de Sirras de Iliria, nacido en 382 a.C. en Pella, la capital del estado macedonio. Los años que transcurrieron hasta su muerte fueron los más creativos. Filipo II, fue poseedor de un talento poco común en asuntos de índole militar, en el arte de la diplomacia y en la administración estatal. Accedió al poder en otoño del 359 a.C. cuando Macedonia atravesaba un momento crítico de debilidad interna y de amenazas exteriores. Los ilirios ocupaban gran parte de la Alta Macedonia; los peonios habían invadido el norte del país; los tracios ambicionaban parte del reino; Atenas intentaba recuperar Anfípolis; los calcidios apetecían nuevos territorios en la Macedonia oriental; los dinastas locales se independizaban y por doquier surgían nuevos pretendientes al trono. En primer lugar, Filipo compró la retirada de los peonios y la alianza de los tracios y se sometió a los ilirios, lo que le dio tiempo suficiente para acabar con todos las pretendientes y reformar el ejército hasta convertirlo en el mejor de la época. A partir de entonces, Filipo empleó las fuerzas de Macedonia en tres teatros de operaciones principales: los pueblos balcánicos que rodeaban a Macedonia; las ciudades griegas del norte, aliadas de Atenas o miembros de la Confederación Calcídica bajo la hegemonía de Olinto; y, por último, Tesalia y Grecia central. En 359 a.C. invadió y ocupó Peonia y, acto seguido, obligo a los ilirios a evacuar la Alta Macedonia, que quedó estrechamente sometida a Filipo. Quizá en 358 a.C. Filipo firmó una alianza con el Épiro por la cual se casaba con la princesa Olimpíade, la futura madre de Alejandro. Como dote, Olimpíade aportó la Tinfea, que amplió el sudoeste del reino macedonio. En 358 a.C. Atenas contaba con la alianza de un buen número de poleis situadas en las costas de Macedonia y Tracia y llevaba largo tiempo tratando de hacerse con Anfípolis, puerta de salida de las mercancías tracias, especialmente metales preciosos y maderas. Filipo atacó en el momento en que los atenienses tenían comprometidas el grueso de sus fuerzas en Eubea y en la guerra contra sus aliados. En 357 a.C. ocupó Anfípolis, al año siguiente tomó Pidna y dos años más tarde conquistó Metone, Abdera y Maronea, expulsando así a los atenienses de las costas macedonias (354 a.C.). En el año 356 a.C., Filipo invadió el territorio de Tracia, donde instaló su residencia permanente en la pequeña ciudad de Crénides. Una atención especial dedicó a los yacimientos auríferos, cuya organización extractiva amplió y reformó hasta obtener más de un millar de talentos de oro por año. En el año 355 a.C., el focidio Filomelo ocupó Delfos y se adueñó de todo el tesoro del templo de Apolo (más de 10.000 talentos en oro y plata). Recursos tan colosales le suministraron la posibilidad de reclutar un ejército de 20.000 mercenarios, tras lo cual expulsó de Delfos a los partidarios de Tebas. Filomelo logró el apoyo de Esparta y de Atenas, que veían una ventaja en el debilitamiento de Beocia. Tebas declaró a la Fócide la “tercera guerra sagrada”. La “guerra sagrada” se convirtió en conflicto de toda Grecia. Duró 10 años y tuvo por consecuencia debilitar fuertemente a los helenos frente al próximo choque con Macedonia. Al comenzar las operaciones cayó Filomelo y fue sustituido por su más experto capitán, Onomarco. Filipo se colocó del lado de los defensores de Apolo. En el verano del 352 a.C., las tropas macedonias derrotaron por completo a los focidios. Onomarco fue crucificado. En los discursos de aquel tiempo, Demóstenes previene contra el peligro macedonio. Pertenece al año 351 a.C. su primer discurso conocido como Filípica. Clamaba que en torno a Atenas deberían unirse todos los enemigos de Filipo. En 349 y 348 a.C. Filipo ocupó la Calcídica. Los repetidos éxitos de Filipo obligaron a los atenienses a firmar la llamada Paz de Filócrates (346 a.C.), por la cual Atenas conservaba únicamente el Quersoneso tracio. También en el 346 a.C. Filipo atravesó las Termópilas y provocó la rendición de los focidios. Utilizando el Consejo anfictiónico de Delfos, el macedonio forzó la disolución de la Confederación focidia y la destrucción de todas las poleis focidias. Los dos votos focidios del Consejo anfictiónico fueron traspasados a Filipo, que selló así su control de Grecia central. Hacia comienzos del año 345 a.C., los adelantos de Filipo eran muy grandes: las Termópilas, que abrían el camino hacia la Grecia central se encontraban en sus manos; era el año de la anfictionía de Delfos y fue elegido arconte de la Liga Tesaliota. En Atenas, la lucha entre pro-macedonios, encabezada por el orador Esquines, y anti-macedonios, encabezada por Demóstenes, estaba al rojo vivo. En el ínterin, Filipo encontró tiempo también para inmiscuirse en los asuntos peloponésicos, atrayéndose a Argos, Arcadia y Mesenia. Mientras en Atenas se desarrollaba la lucha de los partidos, el rey macedonio continuó extendiendo con éxito su influencia. En los años 345 y 344 a.C. Filipo atacó a los ilirios y dardanios y en el 343 a.C. destronó a Aribas, el rey del Épiro, entronizando a Alejandro (el moloso), que se había educado en la corte de Pela y que era favorable a los interese macedonios. Finalmente, entre los años 342 y 339 a.C., los macedonios emprendieron la conquista de toda Tracia hasta la línea del Danubio y la costa del Mar Negro, con la intención de asegurarse definitivamente las fronteras orientales del reino. Filipo batió a los escitas en la desembocadura del Danubio, pero fue derrotado por los tríbalos que permanecieron independientes. Atenas, mientras tanto, había recuperado Eubea. En el año 340 a.C., Filipo puso sitio a la más grande de las ciudades situadas en los estrechos: Bizancio. Esto provocó en Atenas la más enérgica protesta y mandó dos escuadras en ayuda de los bizantinos. Una serie de polis griegas también enviaron naves de guerra. La flota que se había reunido frente a Bizancio representaba una fuerza muy grande. En la batalla naval, los aliados derrotaron a la flota macedonia, asegurándose así el dominio sobre el mar. En el año 339 a.C. Filipo se vio obligado a levantar el asedio. La acción siguiente del rey macedonio fue la guerra contra el rey escita Ateas. En la batalla decisiva, los escitas fueron derrotados y su rey Ateas pereció en el campo de batalla; en manos de Filipo cayó un enorme botín de guerra, que incluía 20.000 caballos. Sin embargo, esta victoria fue seguida de una gran derrota: los tríbalos, unos tracios sumamente belicosos atacaron al ejército macedonio, lo destrozaron y lo quitaron el botín tomado a los escitas. Los macedonios regresaron con muchas dificultades a su patria, sin terminar la conquista de Tracia. Poco más tarde, Filipo ocupó la ciudad focidia de Elatea, lo cual creaba una amenaza para Tebas. Tebas celebra una alianza con Atenas a la que se unirían Eubea, Megara, Corinto, Acaya, Acarmania, Corcira y Leúcade. Esparta, Mesenia, Elida, Arcadia y Argos se mantenían apartados. En 340 a.C. los atenienses y los contrarios a Filipo le declararon la guerra, pero fueron derrotados en la batalla de Queronea (338 a.C.) que supuso, además, la instauración de una paz general en toda Grecia tras ocupar Filipo Tebas, Mégara y Corinto. En una conferencia común con todos los griegos, en donde manifestó su intención de someter al pueblo persa, se declaró general de todas las fuerzas. El verano de 336 a.C. diez mil hombres cruzaban el Helesponto. Sin embargo, fue entonces cuando Filipo fue asesinado por Pausanias, un guardaespaldas suyo, en el teatro de Aigés, mientras celebraba las bodas de su hija Kleopatra (esposa de Alejandro I del Épiro) y el comienzo de la campaña. Filipo traspasó a Alejandro Magno un reino maduro con un excelente equipamiento y una administración sólida. Sus habitantes eran hombres indomables y buenos trabajadores de las materias primas del país. Dispuso de un amplio círculo de hombres experimentados y de ambiciosos jóvenes con talento donde floreció el nuevo liderazgo. Alejandro había nacido en Pella el 356 a.C., y era hijo de Filipo II y Olimpíade. Fue alumno de Aristóteles cuando éste tenía 40 años. Alejandro III (336 – 323 a.C.), llamado posteriormente Alejandro Magno, llevó a buen término los planes de la conquista de oriente que había ideado su padre. El 334 a.C. pasó el Helesponto y algún tiempo después venció a los persas en la batalla del río Granikó. Al año siguiente obtuvo la victoria de Isós y en 331 a.C. la victoria en Gaugámela. Sus campañas llegaron hasta el río Indo desde donde regresa el 323 a.C. a Babilonia proclamándose gobernador del mundo. Para la administración del oriente utilizó siempre hombres locales con capacidad capaces junto a los cuales colocó sus propios gestores y militares, personas siempre de gran valía. De esta manera, se pusieron los cimientos para una monarquía helenística y para la extensión de la cultura y lengua griegas, que a continuación sería el medio de comunicación de todos los pueblos. El más grande conquistador de todos los tiempos pasó de la historia al mito y fue objeto de culto tanto en el Oriente como en muchas ciudades griegas, culto que había rendido primeramente en muchas ciudades tanto a Amintas III como a su padre. La repentina muerte del joven monarca el 10 de junio de 323 a.C. conllevó la división del estado y la creación de las monarquías helenísticas. Alejandro no dejó designado ningún heredero, pero su esposa bactriana, Roxana, estaba embarazada de seis meses. El difunto monarca tenía además un hermanastro, Filipo Arrideo, que tenía ya treinta y tantos años, pero este hijo del gran Filipo y de su esposa tesalia era medio imbécil. El hijo que estaba por nacer iba a ser medio bárbaro y, como el deficiente Arrideo, necesitaría tutores que ejercieran el poder real en su nombre. Roxana tuvo un niño, Alejandro IV, que nació en el mes de septiembre. Crátero fue nombrado regente, pero se estableció un sistema de reparto de responsabilidades que hacía imposible en la práctica la regencia. Mientras tanto, Pérdicas asumió el mando en Asia y Antípatro, general de Alejandro Magno, ya septuagenario, conservó Macedonia. Los tres fueron nombrados además tutores del rey. En Macedonia, tras una serie de motines se llegó a una solución de compromiso: el hijo de Roxana, Alejandro IV, compartiría el trono con el deficiente mental Filipo Arrideo, ahora Filipo III. Filipo III fue asesinado en el otoño de 317 a.C. por Olimpíade. En 315 a.C. Casandro, hijo de Antípatro, se hizo con el trono de Macedonia cuatro años después de la muerte de su padre. Luego fallecieron el joven Alejandro IV y Roxana asesinados por Casandro en 310 a.C. En poco tiempo el trono de Macedonia pasaría a los sucesores de Antígono Monoftalmos, general de Alejandro Magno. Pero entre tanto gobernó Macedonia la dinastía de los Antipátridas: Casandro (315 – 298 a.C.), hijo de Antípatro, Filipo IV (297 a.C.) y Antípatro II y Alejandro V (297 – 294 a.C.) que se repartieron el reino. En el 294 a.C. la capital de Macedonia se trasladó a Dimitriada. Primeros regentes de la nueva dinastía de los Antigónidas fueron Demetrio Poliorcetes (294 – 287 a.C.), hijo de Antígono Monoftalmos, que se hizo con la corona de Macedonia debido a las disputas entre Antípatro II y Alejandro V, y Lisímaco (287 – 281 a.C.). De esta nueva dinastía, importante personalidad fue Antígono Gonatás (277 – 239 a.C.), hijo de Demetrio Poliorcetes, filósofo y hombre letrado. La recuperación que gracias a él obtuvo el estado macedonio hizo que se forjara una coalición en su contra liderada por Tolomeo II en la que formaron parte Atenas, Esparta y las ciudades cretenses. El conflicto, conocido con el nombre de Guerra de Cremónides (268 – 261 a.C.), por el nombre del demagogo ateniense proegipcio, acabó con una resonante victoria macedonia. Con sus sucesores empezó la decadencia principalmente a causa de la intervención de los romanos, en particular durante el reinado del ambicioso Filipo V (221 – 179 a.C.). En este periodo de tiempo tuvieron lugar las dos Guerras Macedónicas contra Roma: la Primera entre 215 – 205 a.C. y la segunda entre 200 – 197 a.C. tras intentar anexionarse Filipo el territorio de los lágidas. Estas guerras tuvieron como consecuencia el debilitamiento y el aislamiento del estado macedonio. En 197 a.C. tuvo lugar la definitiva batalla de Cinocéfalos tras la cual, Filipo V fue derrotado por Roma y se vio obligado a entregar Fthiotides Thives a los etolios y a abandonar Dimitriás y otras ciudades del Egeo y de Asia Menor. En 179 a.C. el trono de Macedonia pasó a manos de Perseo, un príncipe de treinta y tantos años, hijo de Filipo V, cuya brillantez y energía perturbaron inmediatamente a los observadores romanos. Estaba casado, además, con una princesa de la corte de los seléucidas. Anunció el establecimiento de condiciones favorables para los deudores en Grecia y atrajo de nuevo hacia Macedonia las peticiones de socorro de muchos griegos a los que las acciones de Roma habían contribuido a empobrecer cada vez más. Las sospechas que despertó en los romanos se intensificaron durante la década de 170, y culminaron en la decisión de declararle la guerra a finales de 172 a.C. Macedonia se sometió definitivamente a Roma en el año 168 a.C. tras ser derrotado Perseo en Pidna por el cónsul Emilio Paulo, yerno del gran Escipión, dividiéndose el reino macedonio en cuatro partes. El efímero intento de Andrisko (149 – 148 a.C.) de restituir la monarquía macedónica proporcionó a los romanos la escusa de convertir la región en una nueva provincia de la república romana.
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